No es la primera vez que me lamento de la irreparable pérdida de patrimonio histórico que, a finales de los años 80 del pasado siglo, supuso para la comarca de Ferrol el total desmantelamiento y la conversión en chatarra de las grandes piezas de artillería que ocupaban las cimas y laderas de nuestros montes costeros más notorios; un patrimonio que, de haber sido conservado, hoy podría suponer un atractivo turístico más en el ya de por sí espectacular entorno de nuestra ciudad.
Pese al desastre que supuso el desmantelamiento, la conversión en chatarra y el subsiguiente abandono de las baterías afectadas, con los cuarteles, búnkeres y túneles de proyectores que formaban parte de ellas, el hecho es que lo que ha quedado en pie de estas instalaciones sigue conservando mucho interés y continúa recibiendo visitas de los habitantes locales que conocemos su existencia.
Dado que algunas de estas ruinas pueden resultar peligrosas sin una intervención que las adapte a la visita de niños o turistas de corbata y tacón alto, resulta comprensible que la Diputación o los ayuntamientos se abstengan de publicitarlas; aunque en el caso de los espectaculares túneles de proyectores de A Frouxeira, Prior o Prioriño, esa intervención no supondría otra cosa que dotarlos de una simple barandilla que protegiese, ante posibles caídas, los extremos exteriores de esos túneles que se asoman al océano.
El desconocimiento de la existencia de estas instalaciones, debido a que no son publicitadas, conduce por ejemplo a que el doble túnel situado frente a los islotes de Os Cabalos sea ignorado por los miles de visitantes que cada año se acercan a visitar el faro de cabo Prior; a pesar de tener este túnel la mejor vista imaginable sobre el mar y de hallarse apenas a diez minutos caminando desde el mencionado faro.
Instalar allí unas simples barandillas metálicas, limpiar un poco su pavimento y colocar junto al faro una señal indicadora supondría una inversión ridícula desde el punto de vista económico. El éxito que sin duda tendría esta iniciativa podría ser el comienzo de la puesta en valor del resto de estas históricas instalaciones, abriendo además la puerta a un tipo de turismo de ruinas urbanas, militares e industriales, conocido como Urbex (urban exploration), nacido en la década de 1980 y cada vez más de moda en el mundo.